Albanta | Vilaboa
Estamos convencidos de que lo que hacemos influye en nuestro entorno material e inmaterial. En consecuencia, nunca hay proyectos más o menos importantes: Sólo hay proyectos distintos.
Por ello nos hemos acostumbrado a que nuestros debates sobre los detalles, sobre los materiales o cualquier otra cuestión que normalmente será apreciada como menor por terceros se queden en nuestro Despacho. No nos importa pues, en el fondo, no es una decisión arquitectónica o empresarial: es ética.
Desde esa experiencia vital, cuando Pablo y Ana contactaron con nosotros creíamos que sólo nos reclamaban unos sencillos consejos para el lavado de cara del interior de un viejo restaurante en una edificación rural.
Pero Pablo y Ana no querían eso, no querían una opinión estética basada en las modas de temporada, ellos querían mucho más: querían que la cocina que representa Albanta tuviera un reflejo en el espacio que la acoge. Con independencia de las modas y de la escala del encargo.
Pronto descubrimos que para ellos Albanta es mucho más que un restaurante y supimos ver rápidamente que al igual que nosotros, Pablo y Ana creen que la profesión que aman incorpora valores intangibles, reflexiones internas y detalles que quizás nunca serán apreciados. Pero ellos, como nosotros, necesitan que existan pues es su manera de actuar con honestidad hacia los que confían en su trabajo… Por que no es sólo lo que se hace, si no también cómo se hace.
Albanta tendrá una cocina original en el sentido etimológico de la palabra, una cocina que vuelve al origen y por eso será una cocina basada en la leña, sólo en leña. Una cocina aparentemente sencilla que necesariamente debe basarse en la atención a los detalles, a la compleja búsqueda de la esencia de las cosas.
Por eso, al igual que su cocina, el espacio debía basarse en materiales sencillos pero con identidad y sentido. Madera y acero dónde debe existir madera y acero. Sin tratamientos, sin química, sin artificios ni modas. Sólo madera y acero intentando crear un espacio diseñado desde matices y nunca desde lo superfluo e innecesario.
Resolver la durabilidad de la madera con soluciones ecológicas es también toda una declaración de intenciones. No ha sido un reto conseguir que la madera esté protegida sin usar química o jugar con sus olores, pues eso lo sabíamos hacer: ha sido una oportunidad y una muestra de confianza.
!Que sorpresa!, no se trataba de dar un par de consejos: era un exigente encargo en dónde la reflexión, la atención a los detalles, el respeto a la Arquitectura y el respeto a nuestro trabajo han sido máximos.
Hemos aprendido mucho de nuestras largas conversaciones, al hablar de su cocina Pablo nos aportó ideas sobre cómo debían ser los espacios, cada comentario de Ana sobre el funcionamiento real nos enseñaba cómo funcionará su restaurante, cada una de sus bromas ha traído alegría al equipo y su ilusión por una nueva aventura ha contagiado a todos.
Con gran curiosidad observamos durante ese viaje conjunto como han perseguido a un proveedor convencidos de que debía ser ese, sólo ese, de igual manera que analizaban cada matiz culinario de las distintas especies de madera o buscaban la mejor cubertería y menaje.
Y así, en nuestros debates conjuntos hemos descubierto que en su cocina, como en la arquitectura, es mucho más compleja la búsqueda del verdadero cerne que del artificio superficial e innecesario.
Por eso la propuesta no es nuestra, es de todos, también de Julio, el artesano que ha sabido escuchar y hacer suyas muchas de las ideas, a su hermano carpintero y a todos los que han aportado su grano de arena en este camino.
¿Cómo no sentir responsabilidad ante el reto si quien confía en ti demuestra tanta profesionalidad, tiene tanta ilusión y presta tanta atención a los detalles?
También ha sido un reto transversal conseguir que espacio recuerde a un hogar: ese espacio con fuego del interior de las viviendas que con el paso de los años fue dando sentido y nombre al propio concepto de habitar.
Echaremos de menos esas charlas entre el ruido de los artesanos, pero darán paso a otras charlas sobre lo vivido mientras escuchamos el crepitar de las llamas de Albanta.
Because of this, we have grown accustomed to keeping our debates about details, materials, or any other issue that might normally be seen as minor by others within our office. We don’t mind, because at its core, it’s not an architectural or business decision—it’s an ethical one.
With this life experience in mind, when Pablo and Ana first contacted us, we thought they were just seeking some simple advice for sprucing up the interior of an old restaurant in a rural building.
But Pablo and Ana didn’t want that. They weren’t looking for an aesthetic opinion based on seasonal trends; they wanted much more: they wanted the kitchen that Albanta represents to be reflected in the space that houses it, regardless of trends or the scale of the project.
We soon discovered that for them, Albanta is much more than a restaurant, and we quickly realized that, like us, Pablo and Ana believe that the profession they love incorporates intangible values, internal reflections, and details that may never be noticed. But they, like us, need those things to exist because it’s their way of acting with honesty towards those who trust in their work… Because it’s not just about what is done, but also how it is done.
Albanta will have an original kitchen in the truest sense of the word, a kitchen that returns to its roots, and for that reason, it will be a kitchen based on wood, solely on wood. An apparently simple kitchen that must be based on attention to detail, on the complex search for the essence of things.
Therefore, just like their kitchen, the space had to be based on simple materials with identity and meaning. Wood and steel where there should be wood and steel. No treatments, no chemicals, no artifices or trends. Just wood and steel, attempting to create a space designed from nuances and never from the superfluous or unnecessary.
Resolving the durability of the wood with ecological solutions is also a statement of intent. It wasn’t a challenge to ensure that the wood was protected without using chemicals or to play with its scents because we already knew how to do that; it was an opportunity and a show of trust.
What a surprise! It wasn’t just about giving a couple of tips—it was a demanding commission where reflection, attention to detail, respect for Architecture, and respect for our work were paramount.
We have learned a lot from our long conversations. When Pablo talked about his kitchen, he gave us ideas about how the spaces should be. Every comment from Ana about the real functioning of the restaurant taught us how it would work. Each of their jokes brought joy to the team, and their excitement about a new adventure was contagious to everyone.
With great curiosity, we observed during this shared journey how they pursued a supplier, convinced it had to be that one, just that one, in the same way they analyzed every culinary nuance of different wood species or sought the best cutlery and tableware.
And so, in our joint discussions, we discovered that in their kitchen, as in architecture, the search for true heartwood is much more complex than for superficial and unnecessary artifices.
That’s why this proposal isn’t just ours; it belongs to everyone, including Julio, the craftsman who knew how to listen and make many of the ideas his own, his carpenter brother, and everyone who contributed their grain of sand along this path.
How could we not feel a sense of responsibility in the face of such a challenge when those who trust in you show such professionalism, have so much enthusiasm, and pay so much attention to detail?
It has also been a cross-cutting challenge to create a space that evokes a home: that space with a fire inside the home, which over the years has given meaning and name to the very concept of dwelling.
We will miss those conversations amidst the noise of the artisans, but they will give way to new conversations about our experiences as we listen to the crackling flames of Albanta.
PROMOTOR
COLABORADORES
Arquitectura técnica: Miguel Barríga García
Fotografía: Hector Santos Díez